La escritora Alicia Farina de Colonia Liebig, Provincia de Corrientes nos envio el primer capitulo de su nueva novela "Soltera por convicción" que será publicada en el Mes de Diciembre por editorial Dunken.
La destacada escritora tiene publicado
RELATOS Y POEMAS DE AYER, DE HOY Y DE LA VIDA
Que podes comprar
En Buenos Aires:Editorial Dunken vía Mercado Pago. Librería Dunken Ayacucho 357 CABA y Librería De Avila Adolfo Alsina 500 CABA... y en varias librerías del País
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Soltera por convicción
Capítulo I:
El encuentro
Llueve. Las
dos estamos sentadas en el piso, absortas en nuestra tarea. Los papeles por
aquí y por allá dan una sensación de desorden. La habitación es pequeña pero
acogedora. La mesa de madera, obsequio de mi hermana, ubicada en el centro.
Cerca de la puerta el sillón de un solo cuerpo. Más allá la perra que ladra
porque quiere entrar y recibir los mimos de Johana. Mis ojos recorren todo el
lugar y descansan en ella. Cabello lacio, mirada dulce y segura, una mueca de
risa enmarca todo su rostro dejando ver unos inmensos hoyuelos provocadores de
simpatía. Mi mente vuelve atrás, un atrás no muy lejano que me parece fue ayer.
Caminaba presurosa, tenía que alcanzar el colectivo que me llevaría a casa. Observé
el charco de agua pero no lo pude evitar. Quizá fue el ruido de la ciudad, las
luces de los autos pasando por la avenida frente a la terminal de Santo Río o
el destino mismo que lo puso frente a mí evitando la caída de mi cuerpo hacia
el centro del barro. Lo primero que llegó al centro de mí ser fue su perfume
varonil e inolvidable. Después me encontré con sus ojos y unos hoyuelos que me
hipnotizaron. De mi boca salió un hola suave y tembloroso que fue respondido
con energía y vigor. Un rostro conocido se acercó y nos presentó. Era Jorge, el
hermano de María, mi compañera del profesorado. Recién llegado del campo;
vestía una bombacha ombú color verde musgo desprendida al llegar a su tobillo,
alpargatas negras y una camisa a rayas horizontales blancas y verde oliva. El
pañuelo blanco en su cuello, le proporcionaba un aire de dulce inocencia. Toda
su piel desprendía un aroma particular a campo, a naturaleza, a oxígeno y me
flechó sin siquiera darme tiempo a la negación de la idea de enamorarme a primera
vista. A los veintinueve años el mundo me pertenecía. La única responsabilidad
a mi cargo era estudiar y llevarle el título a Olga quien se hizo cargo de mí
desde que papá y mamá fallecieran en un accidente automovilístico hace muchas
primaveras atrás. Si me hubieran dicho que me enamoraría así de repente de
alguien que acabara de conocer, me reiría ruidosamente, como es mi manera de
hacerlo, y no le daría nada de crédito. No creo en el amor a primera vista, en
realidad ni siquiera en el amor. Siempre pensé que estaba destinada a vivir
sola pero muy dentro de mí deseaba tener un hijo y nada más de un hombre.
Dedicarle mi vida y mi amor sin compañía masculina. No es que tenga algo en
contra del sexo opuesto, ni que no haya conocido o disfrutado del amor de un
padre sino que no creía estar preparada para la vida en pareja. Después vino
todo muy apresurado. Perdí el colectivo y María me invitó a pasar la noche en
su casa. No tengo otra alternativa que aceptar; Obrero está muy distante, a
unos 300 km desde donde nos encontramos en este instante y debido a la
situación económica imperante no puedo ni pensar en un taxi. No es que sufría
carencias sino que vivía con mi hermana y lo poco que ganaba lo invertía en el
estudio. Santos Río era una ciudad conservadora, sus calles estrechas denotaban
el tiempo de la construcción. Los edificios construidos con elementos de la
arquitectura del siglo pasado; grandes ventanales de madera y puertas dobles
que llegaban hasta el techo. A inicios del año dos mil un sin fin de jóvenes y
adolescentes se distribuían en las facultades que habían abierto sus puertas y
convocado al estudio. Mientras caminábamos rumbo a la casa de María, en
silencio, meditando o luchando cada uno con nuestros pensamientos más íntimos,
lo miré de reojo. Me gustó lo que vi en ese momento. Todo en sí era sereno,
suave y fuerte a la vez. Amaba a su hermana y sentía la necesidad de protegerla
viniéndola a buscar a la salida de la escuela. Como un roble, cuya belleza
reside en su verde y en la protección solar que brinda. Sabía, por María, que
ambos aprovechaban los minutos para charlar, contarse algunos secretos que solo
los hermanos entienden y aprueban, ponerse al día con las novedades de la
chacra y sorprender a los progenitores en alguna fecha importante como
cumpleaños y aniversarios. Me contó que organizaron la boda de oro de sus
padres y que éstos no se dieron cuenta hasta que llegaron al salón y abrieron
la puerta. Allí estaban esperándolos familiares, amigos y conocidos para brindar
por el importante acontecimiento. Sonreí para mis adentros. Pensé que eran
buenos hijos y serían excelentes esposos y padres. –Ufa- me dije casi en vos
alta- Mira en lo que pienso y acabo de conocerlo- Traté de guiar a mi mente en
otras cosas. Cuando subimos a la vereda, choqué contra sus brazos. Los sentí
fuerte y acogedores. Me estremecí y corrí al otro lado de manera que María
estuviera en el medio de los dos y sirviera como escudo. Tenía miedo pero no de
él sino de mi misma.
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