jueves, 23 de julio de 2015

Soltera por convicción

La escritora Alicia Farina  de Colonia Liebig, Provincia de Corrientes nos envio el primer capitulo de su nueva novela "Soltera por convicción" que será publicada en el Mes de Diciembre por editorial Dunken.
La destacada escritora tiene publicado
RELATOS Y POEMAS DE AYER, DE HOY Y DE LA VIDA
Que podes comprar 
En Buenos Aires:Editorial Dunken vía Mercado Pago. Librería Dunken Ayacucho 357 CABA y Librería De Avila Adolfo Alsina 500 CABA... y en varias librerías del País
Soltera por convicción

Capítulo I:

 El encuentro

Llueve. Las dos estamos sentadas en el piso, absortas en nuestra tarea. Los papeles por aquí y por allá dan una sensación de desorden. La habitación es pequeña pero acogedora. La mesa de madera, obsequio de mi hermana, ubicada en el centro. Cerca de la puerta el sillón de un solo cuerpo. Más allá la perra que ladra porque quiere entrar y recibir los mimos de Johana. Mis ojos recorren todo el lugar y descansan en ella. Cabello lacio, mirada dulce y segura, una mueca de risa enmarca todo su rostro dejando ver unos inmensos hoyuelos provocadores de simpatía. Mi mente vuelve atrás, un atrás no muy lejano que me parece fue ayer. Caminaba presurosa, tenía que alcanzar el colectivo que me llevaría a casa. Observé el charco de agua pero no lo pude evitar. Quizá fue el ruido de la ciudad, las luces de los autos pasando por la avenida frente a la terminal de Santo Río o el destino mismo que lo puso frente a mí evitando la caída de mi cuerpo hacia el centro del barro. Lo primero que llegó al centro de mí ser fue su perfume varonil e inolvidable. Después me encontré con sus ojos y unos hoyuelos que me hipnotizaron. De mi boca salió un hola suave y tembloroso que fue respondido con energía y vigor. Un rostro conocido se acercó y nos presentó. Era Jorge, el hermano de María, mi compañera del profesorado. Recién llegado del campo; vestía una bombacha ombú color verde musgo desprendida al llegar a su tobillo, alpargatas negras y una camisa a rayas horizontales blancas y verde oliva. El pañuelo blanco en su cuello, le proporcionaba un aire de dulce inocencia. Toda su piel desprendía un aroma particular a campo, a naturaleza, a oxígeno y me flechó sin siquiera darme tiempo a la negación de la idea de enamorarme a primera vista. A los veintinueve años el mundo me pertenecía. La única responsabilidad a mi cargo era estudiar y llevarle el título a Olga quien se hizo cargo de mí desde que papá y mamá fallecieran en un accidente automovilístico hace muchas primaveras atrás. Si me hubieran dicho que me enamoraría así de repente de alguien que acabara de conocer, me reiría ruidosamente, como es mi manera de hacerlo, y no le daría nada de crédito. No creo en el amor a primera vista, en realidad ni siquiera en el amor. Siempre pensé que estaba destinada a vivir sola pero muy dentro de mí deseaba tener un hijo y nada más de un hombre. Dedicarle mi vida y mi amor sin compañía masculina. No es que tenga algo en contra del sexo opuesto, ni que no haya conocido o disfrutado del amor de un padre sino que no creía estar preparada para la vida en pareja. Después vino todo muy apresurado. Perdí el colectivo y María me invitó a pasar la noche en su casa. No tengo otra alternativa que aceptar; Obrero está muy distante, a unos 300 km desde donde nos encontramos en este instante y debido a la situación económica imperante no puedo ni pensar en un taxi. No es que sufría carencias sino que vivía con mi hermana y lo poco que ganaba lo invertía en el estudio. Santos Río era una ciudad conservadora, sus calles estrechas denotaban el tiempo de la construcción. Los edificios construidos con elementos de la arquitectura del siglo pasado; grandes ventanales de madera y puertas dobles que llegaban hasta el techo. A inicios del año dos mil un sin fin de jóvenes y adolescentes se distribuían en las facultades que habían abierto sus puertas y convocado al estudio. Mientras caminábamos rumbo a la casa de María, en silencio, meditando o luchando cada uno con nuestros pensamientos más íntimos, lo miré de reojo. Me gustó lo que vi en ese momento. Todo en sí era sereno, suave y fuerte a la vez. Amaba a su hermana y sentía la necesidad de protegerla viniéndola a buscar a la salida de la escuela. Como un roble, cuya belleza reside en su verde y en la protección solar que brinda. Sabía, por María, que ambos aprovechaban los minutos para charlar, contarse algunos secretos que solo los hermanos entienden y aprueban, ponerse al día con las novedades de la chacra y sorprender a los progenitores en alguna fecha importante como cumpleaños y aniversarios. Me contó que organizaron la boda de oro de sus padres y que éstos no se dieron cuenta hasta que llegaron al salón y abrieron la puerta. Allí estaban esperándolos familiares, amigos y conocidos para brindar por el importante acontecimiento. Sonreí para mis adentros. Pensé que eran buenos hijos y serían excelentes esposos y padres. –Ufa- me dije casi en vos alta- Mira en lo que pienso y acabo de conocerlo- Traté de guiar a mi mente en otras cosas. Cuando subimos a la vereda, choqué contra sus brazos. Los sentí fuerte y acogedores. Me estremecí y corrí al otro lado de manera que María estuviera en el medio de los dos y sirviera como escudo. Tenía miedo pero no de él sino de mi misma.
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